Recientemente en los medios masivos de comunicación han aparecido notas breves, pero también amplios reportajes de varios minutos de duración, en los que se presentan las condiciones de extrema pobreza en que viven miles de familias en México. Para muestra, el reportaje que Javier Alatorre presentó en hechos el miércoles pasado en el noticiero nocturno de TvAzteca, en que el presenta a varias familias en situación de pobreza en Nayarit. A veces este tipo de reportajes me parecen muy poco afortunados, sobre todo cuando al entrevistar a las personas ponen se introduce de fondo esa música telenovelesca que invita a sentirse conmovido por lo que uno ve. Pero puede que para muchos de los que hacen política y escriben sobre el tema, esta sea la forma más cercana de contacto con la pobreza.
Para muchas personas, entre las que me incluyo, lo presentado en estos trabajos periodísticos no nos dice nada nuevo. La forma en que estás familias sobreviven hoy es la misma en la que los pobres han sobrevivido durante décadas (quizás siglos): con un acceso limitadísimo a los alimentos básicos, sin servicios de energía eléctrica o agua potable e imposibilitados para acceder al mercado de trabajo. Y es que la pobreza, una vez estando a mitad de la casa de quienes la viven, se convierte en más que indicadores y medidas. Desafortunadamente, estoy convencido de que en este país hay quienes creen aún que la pobreza no es un tema tan grave y que sus efectos son resultados de elecciones a nivel microeconómico que pueden ser resultas en los mercados.
Hoy se publica en La Jornada uno más de estos trabajos periodísticos. Aquí se presentan los testimonios de los habitantes del municipio de Santiago de Anaya, Hidalgo. Y los diálogos son los mismos que escuchamos en los distintos escenarios en los que la situación de pobreza se presenta en nuestro país. Dietas basadas en maíz, frijol y chile. Viviendas construidas a partir de materiales naturales y sobre pisos de tierra. Ancianos que pasaron su vida esperanzados en que su situación cambiaría. Hombres y mujeres en edad productiva que trabajan unas semanas sí y otras no.
De la nota me llama la atención el que se acuse al ex alcalde por desvío de fondos. Durante mi carrera en la UACh, realicé el servicio social en dicho municipio (abajo, una foto de mis visitas al lugar, cuando aún usaba zapatos). El trabajo consistió en la elaboración de proyectos productivos que permitirían aprovechar varios millones de pesos que un grupo de ejidatarios habían ganado en un pleito legal (montos que eran manejados por la Presidencia Municipal). Los proyectos productivos quedaron en manos de la Oficina de Desarrollo Económico. De confirmarse las acusaciones, estaríamos en presencia de otra de las comunes historias que van ligadas a la pobreza: la pobreza es un gran negocio para algunos.
La voluntad de muchos, como en este caso de los universitarios que participamos en los proyectos y de los ejidatarios que se convencieron de que invertir el dinero conjuntamente era mejor que repartirlo y gastarlo, queda opacada por los vicios a los que, desafortunadamente, nos hemos vuelto indiferentes.