viernes, 29 de noviembre de 2013

Sobre la elección del Director de la DICEA

Hoy se elegirá al nuevo director de la División de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma Chapingo. Como egresado de una de sus carreras, y por el hecho de que los egresados de dicha institución tenemos en el ADN de nuestras carreras profesionales el sello de la División, me atrevo a externar mi opinión sobre el futuro de la División, en el contexto de la elección que ocurre hoy.
En los últimos años Chapingo y la DICEA se ha transformado, ciertamente de manera lenta, acoplándose más al concepto de Universidad, donde debería prevalecer la pluralidad de ideas, de teorías y de afiliaciones políticas. Sin embargo, considero que el problema de fondo más grave al que se enfrenta la División es a la negación a transitar a un modelo que reconozca la interacción del nuestro objeto de estudio – la producción agropecuaria, la sociedad rural, los mercados de productos primarios – con su más amplio entorno, y que implica, por tanto, que la enseñanza y la investigación deberían ocurrir con un enfoque más científico y menos pragmático. La DICEA debe aspirar a ser un departamento que forme no sólo ejecutores sino científicos y líderes. Hoy no lo estamos haciendo.
Para lo anterior se requieren al menos dos cosas, de manera indispensable, para aspirar a ser de nuevo un departamento referente en nuestra área de estudio: hacer más ciencia y romper los círculos viciosos creados por la persistencia en los cargos de dirección de ciertos grupos políticos. En la práctica, esto requiere caras nuevas en los puestos de dirección pero también en la planta de profesores, programas más ambiciosos y rigurosos y un ambiente que privilegie la academia y no la política.
En los últimos años la DICEA ha sido dirigida por personas que sin duda han puesto lo mejor de sí para sacar el trabajo adelante. Durante mi estancia en la División fui testigo de ello, pero también observé los vicios que generan la persistencia en el poder de los grupos políticos. En particular, el movimiento Antorcha Campesina, con fuerte presencia en la Universidad y la División, ha mostrado ser incapaz para conducir a la División hacia la posición de liderazgo que esperamos. Se podrá juzgar a este grupo por su papel en otros ámbitos, pero en lo que concierne a la División sólo nos debería interesar los resultados que presentan. Creo que son insuficientes.
Por estas razones, considero que la mejor opción para encabezar la dirección de la DICEA es Oscar Galindo. A Oscar Galindo lo conozco como alumno, como asesor de tesis y como amigo. Sé que su visión de lo que debería ser la División es muy parecida a la que acabo de describir: una DICEA de más ciencia y menos grilla. Sé que él comparte la idea de que la transformación que la División requiere no depende de la voluntad de unos cuantos. Por eso confío en que al encabezar la Dirección de la División, dada su capacidad e intelecto, pueda dar cauce a los esfuerzos que ya muchos hacen, pero que se ven limitados en sus alcances dado el estado de confort en que muchos de los miembros de la comunidad se han establecido y que se resisten a abandonar cueste lo que cueste.

domingo, 10 de febrero de 2013

Sobre la Cruzada Nacional contra el Hambre

La siguiente es una gráfica de la distribución de los municipios de México, en el marco de la estrategia federal SINHAMBRE. En ella se aprecia la heterogeneidad de la pobreza de los municipios incluidos y excluidos en la Cruzada Nacional contra el Hambre. Sobre este tema escribí un análisis en la revista Paradigmas, que pueden leer aquí.


Sobre el mismo asunto, les recomiendo también leer la posición de Democracia Deliberada, en su onceavo comunicado.


sábado, 2 de febrero de 2013

La esperanza de Andrés Manuel

Cuando el 16 de febrero de este año el diario Milenio publicó en su portada, 'Si no gano, ahora sí a la chingada', muchos pensaron, que Andrés Manuel López Obrador vivía sus últimas semanas como el más importante líder de la izquierda mexicana. Incluso, de haber ganado la presidencia, AMLO cedería naturalmente su posición como principal referente de las izquierdas a Marcelo Ebrard o a algún otro personaje. 59 años de edad, dos campañas presidenciales y un largo recorrido por la terracería de la vida pública parecerían suficientes en una carrera que sus partidarios califican como la del máximo líder social del México contemporáneo, mientras sus adversarios catalogan como la de un ambicioso del poder. 

En No decir adiós a la esperanza, su libro más reciente, editado por Grijalbo, AMLO describe las razones por las cuales ha elegido un lugar distinto a aquélla finca de nombre pintoresco de la que se habló en febrero pasado. Aunque sus acciones posteriores a la jornada electoral del primero de julio hicieron evidente que el retiro no sería la opción para López Obrador, el tema central de No decir adiós... es a la vez una reflexión ante la frustración de lo que el autor considera un nuevo fraude y el planteamiento de la nueva ruta por la que AMLO pretende guiar al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), ya alejado de los partidos del Movimiento Progresista.

No decir adiós... es un libro mucho más breve que sus dos predecesores, en los que AMLO enumera a sus enemigos políticos y explica por qué el movimiento que encabeza no ha alcanzado la presidencia en dos elecciones presidenciales. No decir adiós... contiene tres capítulos: Los antecedentes y la campaña, Otra vez el fraude y el último, homónimo. El libro deja ver cuáles serán los grandes retos de MORENA como partido político, el cual deberá presentar un programa atractivo para el votante y organizar a sus liderazgos no solo para las luchas sociales, sino también para la competencia política en el marco de las reglas actuales. 

El primer capítulo guarda cierto parecido con el libro anterior de AMLO, La mafia que se adueñó de México... y el 2012. Ahí, el autor identifica a una 'mafia' que ha capturado al Estado para enriquecerse a costa de la gran mayoría de la población, siendo esta la causante de las desgracias nacionales; enumera a los miembros de esta élite y a sus líderes y presenta lo que considera evidencia a favor de esta hipótesis. De acuerdo a este diagnóstico, y como el autor lo presentó en su campaña presidencial, la solución a los problemas nacionales radica en establecer un gobierno con hombres rectos y que implementen políticas públicas en donde el Estado juegue un papel fundamental para la redistribución de la riqueza y el fomento de actividades productivas. 

Este primer capítulo es también una bitácora de los hechos más representativos de la campaña presidencial. Una campaña desahuciada por muchos de inicio, que alcanzó su cumbre con la encuesta del diario Reforma del último día de mayo en la que, de acuerdo a estos datos, AMLO se encontraba a cuatro puntos de Enrique Peña en las preferencias electorales, y que concluyó con la elección impugnada en los tribunales. El lector podrá constatar lo narrado en esta sección con lo que presenció y con lo que quedará para la historia en medios impresos y electrónicos para juzgar si la interpretación de AMLO es la correcta. Pero de por sí es bienvenida una rendición de cuentas del ex candidato de la izquierda que dista mucho del silencio posterior al 2 de julio de los candidatos Quadri y Vázquez Mota. 

En el segundo capítulo, el autor describe la evidencia que según él prueba que el presidente Enrique Peña Nieto y su partido orquestaron un gran fraude electoral, materializado en la compra masiva de votos, esencialmente en las zonas más pobres de México. En este capítulo, López Obrador recurre a la historia para argumentar que el fraude, la trampa y la corrupción es inherente al sistema político mexicano, que desde que se inauguró el régimen presidencial, son intereses creados y no el voto popular quienes encumbran a los gobiernos y que está en eso que él llama 'mentalidad' la causa de que estas prácticas persistan en la actualidad, pero también, como se argumenta en la última parte del libro, la esperanza para 'un cambio verdadero'. 

En el último capítulo, López Obrador llama a los simpatizantes de MORENA a salir adelante luego de la dolorosa derrota en las elecciones de julio. AMLO elabora un discurso basado en el bien común para justificar que este motivo superior es suficiente para seguir en la política. Llama a asimilar las derrotas y argumenta sobre la forma en que los procesos históricos ocurren muy lentamente. AMLO establece una ruta para comenzar de nuevo, con una nueva meta: 'cambiar la mentalidad' de los mexicanos. 

Ya desde 2009, AMLO recurrió a un discurso basado en el amor al prójimo como motor que mueve al hombre para hacer política, explicable en parte por la influencia de Carlos Pellicer, católico y comunista a la vez, en cuyos poemas podría entenderse a la revolución como una consecuencia de los valores cristianos. (Pueden ver el perfil que hizo Andrés Lajous sobre AMLO con muy buenas referencias sobre esta y otras influencias: Y la máquina seguía.) Sin embargo, también es notoria la influencia más reciente de otros personajes, como Enrique Dussel. (Dos buenos ejemplos son los textos de Dussel publicados en el diario La Jornada durante la campaña presidencial: El amor en la República y Algo más sobre el amor en la política.) 

Se puede ser feliz buscando la felicidad de otros es el título del apartado final del tercer capítulo. El autor extiende los argumentos de por qué la República Amorosa no implica la adopción de dogmas religiosos. La honestidad, la justicia y el amor, los pilares de la República Amorosa, no son exclusivos del cristianismo ni de ninguna otra religión, sino directrices generales que guían el actuar de las personas. 

Para lograr su cometido, López Obrador coloca como indispensable el trabajo a ras de suelo a través de una campaña de concientización, tocando puerta por puerta y priorizando la organización con hombres mujeres honestos a la cabeza. A unas semanas de haberse celebrado las asambleas donde se decidió que MORENA se convertiría en un partido político, esta organización tiene un gran pendiente para lograr la integración de sus bases con sus liderazgos. En el libro, AMLO describe cómo funcionan los liderazgos en algunas comunidades indígenas de México, donde ser representante popular es una responsabilidad que enaltece a las personas y se reserva para quienes han mostrado ser dignos de esta encomienda. MORENA tiene la tarea de infundir esta visión del servicio público a su nueva burocracia partidista, una donde más que novatos, hay políticos con una larga carrera en los partidos de izquierda y otros, varios, con carreras forjadas al seno del priismo. 

Al concluir el libro, una pregunta natural es, ¿cuál es la esperanza a la que se refiere López Obrador? ¿Hay una sola esperanza o varios tipos de ella? Quizás la forma más sencilla de pensar el concepto de esperanza es con una connotación de probabilidad. Esperanza de encontrar un empleo, esperanza de que llueva lo suficiente para que haya cosecha, esperanza de que un juez falle a favor nuestro. Todos tomamos decisiones con las expectativas que nos formamos y esas expectativas con frecuencia no se basan en premisas correctas. En octubre pasado asistí a una conferencia de Esther Duflo titulada Falta de esperanza y la persistencia de la pobreza. Ella y sus colegas han realizado experimentos en regiones extremadamente pobres que les han permitido concluir que la esperanza juega un rol importante en la vida de las personas. Tener una mejor idea de qué esperar del futuro puede llevar a las personas a tomar mejores decisiones de inversión, que les reditúan en mejores condiciones de salud, de productividad y de ingreso, entre otras importantes implicaciones. 

Pero esta no es la esperanza a la que se refiere López Obrador en su libro. Si tuviera que buscar un sinónimo para la esperanza de AMLO sería fe. No la fe en un mesías, como argumentan algunos, sino fe en las personas y en que ese ‘cambio de mentalidad’ puede ocurrir sin otros incentivos más que el sentirse bien con uno mismo. La fe de que existe hoy, entre nosotros y con los recursos que tenemos, lo necesario para hacer frente a los problemas económicos y sociales del país. Sin embargo, si bien el derecho a tener fe no se le puede negar a nadie, la pobreza y la violencia, descritos en No decir adiós... como los dos grandes problemas del país, exigirán de MORENA una propuesta viable no sólo desde el punto de vista moral, sino una con políticas públicas, presupuestos y programas. 

AMLO y MORENA tienen un reto mayúsculo para hacer comulgar una visión idealista de la política con las necesidades prácticas de hacer gobierno. Tendrán poco tiempo para mostrar que sus convicciones morales pueden llevarse a la práctica alejados de los partidos de izquierda actuales y ser considerados como una alternativa sensata para los votantes. Para acercar no sólo a los que se entusiasman por un discurso sobre el amor y la bondad cercano al de san Pablo, sino también a los que esperan uno más cercano al de la lucha de clases de Marx. 

Muchas veces la opinión sobre López Obrador proviene más de la emoción que de la razón, tanto de quienes lo siguen con fervor como de quienes lo quieren ver en el retiro. En No decir adiós... el dos veces ex candidato presidencial toca de nuevo temas a los que con frecuencia se le da la vuelta o se sobre-simplifican. Así, López Obrador prepara la arena para seguir vigente en el mediano plazo, mientras que, habiendo muchas preguntas que hacerle, sus críticos siguen dedicando columnas sobre el himno del PRI de Tabasco y los tenis de su hijo; los comentaristas profesionales prefieren la salida de los adjetivos de ‘lastre’ y ‘trasnochado’; y el PRD, del que fue fundador y presidente, actúa con pragmatismo acudiendo al llamado del lugar común de la unidad.
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