En las últimas semanas, a través de los medios de comunicación mexicanos, fuimos testigos de tres historias, de distintas magnitudes y de distinta repercusión social, pero, que a mi juicio, tienen algo en común. Nos enteramos de que un violento terremoto devastó la nación más pobre del continente, supimos que un futbolista fue herido de bala en un bar de la Ciudad de México y nos contaron que la madre de una conocida actriz había sido captada en video haciendo un baile erótico. En los tres casos, los medios de comunicación hicieron de algo personal, de una tragedia o de una catástrofe natural, un producto, una mercancía que circuló a través de los medios nacionales y se volvió la nota más comentada en las redes sociales.
Y es que a través de diversas páginas de videos y redes sociales, la cada vez más famosa mamá de Lucero fue vista por miles de personas en un video privado sin mayor contenido periodístico o informativo, pero que se volvió popular después de ser expuesto por una revista de espectáculos.
A través de la televisión fuimos testigos del despliegue de recursos técnicos y humanos que Televisa y Tv Azteca realizaron para cubrir los efectos del terremoto que azotó Haití hace unas semanas. Y al estilo telenovelezco de amabas, el público observó historias en las que los reporteros fungen de héroes, consiguen médicos para los heridos y regalan dulces a los huérfanos. A la vez, nos muestran imágenes de amputaciones al aire libre, niños con heridas que inexplicablemente les permiten seguir vivos y cadáveres en medio de las calles por las que circulan. Todo, creo yo, vacío, carente de contenido informativo.
Finalmente, muy temprano, el lunes pasado, a través de las redes sociales y al día siguiente en los diarios, la foto de Salvador Cabañas, ensangrentado, fue publicada luego de que alguien la tomara y vendiera en, dicen, 7 mil pesos. Sin aportar nada a la noticia que inundó los medios en la semana posterior al altercado en un bar de la Ciudad de México, la foto de Cabañas herido herido fue tan popular que incluso el "hashtag" Cabañas (las veces que la palabra Cabañas es mencionada en Twitter) fue la más popular de México.
Mucho se ha escrito al respecto. Que si los medios deberían respetar la privacidad de las personas, que no deberían aceptar las ofertas de quienes venden este tipo de fotografías, y que de tenerlas en su poder, no deberían hacer las públicas. Que las imágenes de muerte y sangre no aportan a la calidad informativa, que sólo venden y sacian el morbo de un grupo (no pequeño) de consumidores que día a día compran el conocido diario que muestra la palabra "ejecutado" al menos una vez a la semana. Los medios se defienden argumentando la libertad de prensa.
Cierto, la libertad de prensa es esencial en todo estado democrático, por lo que la regulación y prohibición de estas prácticas es inviable. ¿Qué hacer entonces para hacer de nuestros medios y unos verdaderos medios de comunicación al servicio de los ciudadanos? La respuesta está, creo yo, del lado de la demanda. Ante lo redituable que resulta el morbo para los medios, sólo consumidores educados y éticamente bien formados son el contrapeso necesario.
En un sistema en el que las mercancías circulan libremente, es necesario apelar al juicio de los humanos para ser capaces de juzgar lo que el mercado les ofrece. Como comenté en
un post reciente, la sociedad se deberá voltear a ver a los valores morales para decidir el rumbo que quiere tomar. En este contexto, sólo una sociedad que valore más una rica crónica que una fotografía sangrienta inducirá un cambio en la manera en que los medios conciben el hacer noticia. Mientras tanto, además de formarnos como ciudadanos responsables, nos queda la labor de ayudar a formar a aquéllos que hoy son sensibles a estas manifestaciones.
Por el momento, el morbo vende, y vende bien.