La situación económica y social de México no es, por mucho, la mejor en la época reciente, ni la mejor, comparada con otros países de Latinoamérica, que celebran también en este mismo año o en los venideros, su bicenterio de independencia. La lucha emprendida contra el crimen organizado por parte del Gobierno Federal no mejora la percepción popular de inseguridad en el país. Por ello, muchos consideran que no hay mucho o quizás nada por celebrar en este Bicentenario. Se critica que los desfiles y demás ceremonias carecen de contenido y se limitan a un espectáculo digno de Disneylandia. Otros van a detalle: que si el desfile se montó por extranjeros, que si no se debieron mover los restos de los héroes al Palacio Nacional, que si el programa Discutamos México no lo veía nadie, que si ninguna obra monumental quedará para el recuerdo de este 2010... Chequen esta en El País sobre El Bicentenario más triste de América.
Otros creen que el sol va a salir. Esta semana se publicaron varios reportajes en The Economist sobre un posible resurgimiento económico en toda la región de América Latina, con altas tasas de crecimiento respaldadas por una política fiscal responsable y una estabilidad de precios nunca antes vista. México ha visto como naciones con niveles de vida similares o inferiores al suyo a mediados del siglo se han convertido en sociedades modernas, por ejemplo Corea o Brasil; sin embargo, aunque las autoridades federales hayan puesto en la agenda como primera prioridad la seguridad pública, este es un país que no se mueve solo. Sobre todo hay una buena base de jóvenes en las instituciones de educación media y superior, que como dice Krauze en la nota de El País, han crecido sin ninguna esperanza en sus gobernantes, y quienes tienen la responsabilidad histórica de generar un cambio de fondo, comenzando por sus consciencias. Nuestro país ha demostrado que en él se puede generar riqueza, y mucha. Y seguro que también hay políticos y burócratas conscientes de su responsabilidad para el buen funcionamiento de un Estado.
Aún así, las potenciales ganancias del progreso no se han distribuido con equidad en nuestra gente, que ve, en gran número, pasar el tiempo sin esperanza de tener una vida mejor, y quizás esperando tristemente el día de su muerte. En medio de este panorama, las fiestas del Bicentenario nos deben servir para realizar un análisis crítico de lo que somos y lo que queremos. Sin cantar victoria por lo que se ha hecho, sin quedar satisfechos por lo que parece venir y sin perder el asombro por las atrocidades que los humanos somos capaces de hacer por poder o dinero. Pero sí celebrar los mitos que construyeron nuestra nación y las realidades que inspiraron las luchas.
Y no olvidemos el resto de nuestras luchas: la independencia fue un paso determinante en la construcción de nuestra nación, pero sólo el primero. Recordemos La Reforma de Juárez, que sentó las bases de un Estado laico encabezado por civiles. Retomemos los ideales sociales de la lucha revolucionaria, recordando que aún hay desigualdad, despojo y, prácticamente, esclavitud. No olvidemos los proyectos progresistas de Cárdenas y Vasconcelos. Honremos la memoria anónima de los estudiantes caídos en 1968.
Quizás en 1821 algún vivo/despistado presidente querrá tener un "Auténtico" Bicentenario de la Independencia conmemorando la entrada del Ejército Trigarante. Y también (porque será el mismo) quizá querrá tener su "Legítimo" Centenario de la Revolución en 1920 o 1924, ya cuando haya más consenso si la Revolución terminó con la llega a la Presidencia de De la Huerta o de Calles. Quizás alguien haga una tema musicalmente valioso, quizás haya una obra de la talla del Ángel de la Independencia para conmemorar las fiestas. Pero ya sea entonces o ahora, las fiestas brindan oportunidades únicas, como en todos los cumpleaños: el momento de hacer un recuento y reflexionar sobre lo que se ha hecho bien y pensar en la forma de mejorar lo que se hace mal.
Cuando esto se lleva al terreno colectivo, suena a retórica, pero el Bicentenario debería ser el momento en el que a nivel personal demos un giro de timón que trascienda en el agregado. Sobre todo, pensar en un cambio que nos permita liberarnos de los lastres del nacionalismo carente de sentido.
Primero debemos solucionar nuestras contradicciones: la de un país en el que la mitad de su gente está sumida en la desesperanza mientras la otra mitad saca provecho del progreso económico, tecnológico y social; de un país que se rasga las vestiduras del nacionalismo con el desfile de tropas extranjeras y permite que 72 seres humanos mueran en sus terrenos; de un país que valora mucho los símbolos y los instrumentos (un desfile, un presidente) mientras se olvida de la esencia de las luchas (la libertad, la igualdad, la democracia); de un país que ama tanto su pasado que comente el fatídico error de desear volver a él.
Irvin,
ResponderEliminaroye, hoy es un día grande en DC. El IMF, WB y IDB hacen sus respectivas conmemoraciones y festejos, pero la que se presenta en el Salon de las Americas en la OEA es la mejor. No dejes de asistir y de postear como se festeja el Bicentenario desde DC.
Aunque con eso de que Sarukhan escogió el Kennedy Center puede que se ponga mejor...
saludos,
PJ