A lo largo de la historia, muchos hombres han intentado influenciar el pensamiento de los demás, convencidos de que sus ideas podrían hacer más libres a las personas. Que después de que la sociedad asumiría su responsabilidad y que quedarían a merced de sus esfuerzos para ser mejores y progresar. Seguro sabían que, a la vez, los hombres se verían desamparados, sin nadie que vigilara su camino y juzgara sus actos, nadie más que ellos mismos.
Este año que termina puede ser visto desde dos puntos de vista, como casi todo. Algunos dirán que les fue bien, que adquirieron cosas, que sus profesiones marchan de maravilla, que su familia aumentó de número. Algunos juzgarán mal al año por que la lista anterior operó en sentido contrario a sus intereses. Pero por otro lado, existe una perspectiva menos egoísta, en la que más allá de lo logrado personalmente, una fuerza propia de los humanos nos haría reflexionar sobre si lo bueno o lo malo se mide y se limita a nuestra persona.
El año que termina se recordará porque millones de personas, iguales a nosotros, fueron un poco o un mucho menos felices de lo que fueron el año anterior. Para muchos, por razones distintas, su vida no fue tan dichosa como lo suponía el ritual de año nuevo anterior. Muchos tendrán la misma suerte el año que viene. Muchos la tendrán el resto de sus vidas.
El año que viene es simbólico y representativo para muchos, por lo que esta no es una nota de pesimismo, más bien, es un intento para hacer mirar, aunque sea por un momento, hacia donde regularmente no miramos. Hacia aquello que es muy difícil medir y que por tanto tendemos a despreciar, porque suponemos que no tiene importancia. A aquello que puede hacer feliz a las personas sin tener un precio, pero que aun sin precio es indispensable, valorado, enaltecedor y virtuoso. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”.
"Si mediante una exteriorización vitalcomo hombre amanteno te conviertes en hombre amado,tu amor es impotente, una desgracia."K. Marx
Y es que si fuimos hechos libres para caminar solos, desprotegidos ante la torpe oscilación de la materia, también estamos dotados de la fuerza y la capacidad de hacer que nuestras vidas y las de los demás no oscilen al mismo ritmo. De emplear a la naturaleza y a nuestra inteligencia para hacer de nuestra existencia un hecho trascendental. Dirigir nuestros esfuerzos hacia un objetivo en el que nuestro esfuerzo se traduzca en una mejor situación para nuestros cuerpos, nuestras familias y nuestros pueblos.
Sí, muchos sufrirán y se irán sin ver los resultados. Sí, muchos fracasos ocurrirán, recordándonos lo pequeños que somos y lo inmenso de nuestra tarea.
Pero alguien, algún día podrá decir que nuestra condición de humanos nos permitió tomar el futuro en nuestras manos, convencidos de que podíamos tener efecto en las demás personas. Un efecto que no se limitó en proveer cosas, sino que aprendimos que nuestra naturaleza implicaba un ser más complejo, que requería satisfacer necesidades de animales a la vez que ratificaba su condición humana.
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