El miércoles pasado durante un operativo orquestado por la Marina mexicana, el presunto narcotraficante Arturo Beltrán Leyva fue asesinado por miembros de este cuerpo armado. El hecho fue celebrado por Felipe Calderón y gobiernos extranjeros como el de los Estados Unidos.
“Esta operación puede considerarse como un modelo de nuestro compromiso para trabajar juntos y desmantelar a los cárteles de la droga. Con esta acción, el presidente de México, Felipe Calderón, se ha anotado una importante victoria contra el cártel de Arturo Beltrán Leyva”.
Mientras que Calderón apuntó en la noche del operativo:
"En el marco de la estrategia integral de seguridad que hemos emprendido desde el inicio de mi administración esta acción representa un logro muy importante para el pueblo y el gobierno de México y un golpe contundente contra una de las organizaciones criminales más peligrosas de México y del continente".
Mas aún, el jueves se dieron a conocer fotografías del operativo y del estado en que quedó el departamento donde Beltrán Leyva y su escolata se atrincheraron. Además, Reforma publicó fotografías en las que el cuerpo sin vida de Beltrán Leyva es exhibido como trofeo, sin pantalones, cubierto con billetes ensangrentados y con amuletos y símbolos religiosos, pareciendo una afrenta del Gobierno Federal a los carteles del narco.
Las fotografías han causado opiniones en contra por parte de la prensa extranjera, pues se trata de una clara falta de respeto y un trato indigno por tratarse de un ser humano, sin importar cuál hubiese sido su modus vivendi. El País destaca el hecho en una nota titulada "Bajo billetes ensangrentados", mientras que elmundo.es hace referencia a las declaraciones de la Marina sobre las fotografías. Por su parte, Luis González, presidente de la CNDHDF, ha reconocido que en el operativo en que murió Beltrán Leyva se violaron los derechos humanos (en particular, el derecho a la vida).
El gobierno de Calderón muestra de esta manera la forma despiadada con la que busca legitimarse ante una sociedad que no cree en el gobierno que encabeza, pero que siempre será receptiva a demostraciones de autoridad y poder como la del miércoles pasado. Y lo hace sin importar que con ello se atropellen los derechos fundamentales de todo ser humano, nunca renunciables ni negables, bajo circunstancia alguna. Con este hecho, las fuerzas armadas se muestran viscerales, mandando un mensaje de legitimidad que desafortunadamente es captado por un amplio sector de la sociedad como justificable.
Sin embargo, más que el poder y la autoridad, el gobierno mexicano muestra con esta saña y burla su desesperación ante una guerra que parece nunca terminará, guerra en la que se conforma con golpes como los del miércoles en Cuernavaca, que presume sin importarle mostrarse vengativo, torpe, animal.
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